Corren detrás de metas, de personas, de un ‘mañana’ que nunca llega… y mientras tanto, no ven cómo el presente se les escurre entre los dedos.

Se levantan cada día en piloto automático, repitiendo rutinas sin preguntarse si realmente están viviendo, o solo existiendo.

Persiguen dinero, aprobación, logros… y cuando por fin los alcanzan, descubren que los momentos para compartir, abrazar, escuchar, ya pasaron. Que los hijos crecieron, que los padres envejecieron, que los amigos se fueron.

La vida no espera.
Las personas que hoy podés abrazar, un día serán solo recuerdos.
No dejes que la prisa te robe lo que realmente importa.
Porque cuando dejes de correr, quizá descubras que llegaste a la meta… pero que lo hiciste persiguiendo, no viviendo